Los amores de película deben de ser protagonizados por actores guapos y a ser posible en un lugar idílico.
Y un buen ejemplo es Memorias de África, película que he vuelto a ver hace unos días.
¿Qué tiene de especial Memorias de África?
Un director genial, Sidney Pollack, la estupenda Meryl Streep, el super guapo Robert Redford y los paisajes de África de fondo.
Si a esto le añades una banda sonora que te pone los pelos de punta, pues tenemos el peliculón.
Unos ingredientes perfectos para obtener una película deliciosa.
Porque como comentaba en mi post «Somos románticas», el amor no pasa de moda y nos seguirá emocionando.
Como ya sabéis se trata de una película basada en el libro, Out of Africa que fue publicado en 1937.
Relata los eventos relacionados con el período de diecisiete años que Blixen pasó en su hogar en Kenia, entonces parte de África Oriental Británica.
Los amores de película hay que verlos en el cine..
Aunque cada vez que vuelvo a ver Memorias de África me sigue gustando, pero nunca tanto como la primera vez que la vi en el cine.
Las sensaciones se amplifican, el sonido retumbaba en mis oídos mientras mis ojos se hipnotizaban.
Quedaban hipnotizados con una escena de una avioneta donde los enamorados se daban la mano contemplando un paisaje de ensueño, a los pies de las colinas de Ngong en Kenia.
¿Porqué el amor en Memorias de África es memorable?
Asumiendo que la historia ocurriera como se cuenta en la película (si escarbas un poco no todo era tan idílico), el recuerdo de estos amores imposibles que se ven truncados sin remedio, perduran en la memoria para siempre.
Estos amores truncados se idealizan y quedan sin mácula.
Landero lo explica muy bien:
El amor deseado, aquel que no fue posible, es el que perdura en la memoria. Memoria por encima del amor consumado.
Los amores tienen un sabor, un olor, un tacto, una emoción intensa que da placer recordarlos.
Debemos quedarnos con lo bueno, con lo que fue en su mejor época o con lo que no pudo ser.
En Memorias de África si Robert Redford no se hubiera estrellado con su avioneta (siento hacer spoiler para los que no hayan visto la película) su amor no habría sobrevivido.
El recuerdo lo dulcifica y lo idealiza dejando un regusto dulce para siempre.
Siguiendo con estas reflexiones, me quedo con la frase de Isabel Allende:
La memoria está condicionada por la emoción; recordamos más y mejor los eventos que nos conmueven, como la alegría de un nacimiento, el placer de una noche de amor, el dolor de una muerte cercana, el trauma de una herida.
EL AMOR CON MIS PALABRAS…
Y quiero seguir hablando de amor y para ello os dejo un pequeño texto que escribí hace unos años de alguien imaginario que recuerda un amor intenso y perdido. Espero que os guste:
Un fin de semana más Verónica permanecía aletargada. Con los teléfonos desconectados, solo soportaba la compañía de la oscuridad. La cabeza le daba vueltas.
La casa era demasiado grande, demasiado vacía. Los recuerdos volaban como fantasmas agobiantes que la rodeaban no dejando de recordarle los momentos especiales.
En cada pequeño detalle, en cada mueble, en cada rincón estaba él. Su olor, sus gestos, su sonrisa… Su presencia era constante y real, demasiado real.
El paso de los años no había ayudado a olvidar, al contrario, las sensaciones aumentaban día tras día y se percibían de una forma casi prodigiosa.
Él no quería irse de su lado, no la dejaba ni un momento, y ella tampoco lo permitía.
Entró en su desmadejada vida, en su anárquica existencia, en su devenir más agitado en el que el rumbo lo marcaba el caos y una anunciada caída al vacío. Entonces apareció, como por arte de magia, y todo comenzó a tener sentido.
La vida comenzó a ser vida, los olores se volvieron perfumados y penetrantes, de mil matices, el tacto terciopelo, suave y delicioso.
Empezó a saborear los días como si fueran los últimos, deleitándose con cada aroma, acariciándose sin prisa. Su mirada se llenó de un brillo luminoso e intenso, porque sus ojos empezaron a mirar multicolor.
Tumbada en la cama, fumando un cigarro y con el único sonido del choque de las piedras de hielo sobre el vaso de whisky, Verónica le habla, como cada noche:
“Cielo mío, los días transcurren lentos. Disfrazada de lo que no soy, mato cada momento siendo otra para que no me reconozcan.
Pero en casa, en nuestra casa, quiero que tú y solo tú puedas seguir disfrutando de mí, para seguir compartiendo contigo, noche tras noche, mi alma más profunda, mi latido más vital, mis sentimientos más puros.
Solo tú me conoces, porque fuiste mi alma gemela, mi ángel, mi vida. Solo soy yo cuando estoy contigo, tú lo sabes, siempre ha sido así y así quiero seguir. Lo demás no importa, los demás no importan.
Con ellos soy frívola y divertida, sé que les gusto de esta forma, es lo que esperan de mi y es lo único que quiero darles.
No quiero desvelarles mi pena, no quiero compasión, quiero que me vean como cuando estábamos juntos, alegre, tú lo querrías así.
Siempre decías que lo mejor de mi era mi risa, contagiosa y verdadera.
¿Por qué me abandonaste? ¿Por qué no me llevaste contigo?
Desde que te fuiste mi sangre no fluye igual, es densa. A mis pulmones les falta el aire, mis músculos están agarrotados…
Me siento morir día tras día y solo espero el momento de reunirme contigo. “
El vaso vacío cayó al suelo y el velo de la noche le trajo el descanso entre sueños de amor.
Me despido con este pequeño homenaje al amor y al cine, en esta noche que he disfrutado de la gala de los Goya.
Una gala diferente pero muy emotiva que me ha gustado.
Habrá que ir a ver Las niñas. Se ha llevado el Goya a la mejor película.
No dejemos de disfrutar con el amor y con el cine.
Gracias por estar ahí y leer mi blog.
2 Comentarios
.Ana
Me ha encantado esta frase sobre Memorias de África
“En Memorias de África si Robert Redford no se hubiera estrellado con su avioneta su amor no habría sobrevivido”. No lo había pensado así ,pero ahora que leo tus palabras Natalia , es totalmente cierto .
También me ha gustado mucho tu pequeño texto sobre Verónica y ese amor intenso del que habla con tanta intensidad .
.Natalia
Gracias Ana, a veces las cosas no son tan obvias como parecen y sucesos aparentemente fatales no son tan malos. Que bien que te guste el texto de Verónica, me anima a seguir.